9.12.2011

YA SABES
Después de llenar el cuaderno de te amos y te quieros, tan terriblemente repetitivos cual plana de niño aprendiendo a escribir, se dio cuenta de su locura y trató de entrar en razón. Como si repetirlo sirviera, pensó, de nada sirve una y mil veces más decírselo, escribírselo, gritárselo, cantárselo, o lo que sea, él ya lo sabe, y de ahí en adelante todo lo demás que diga sobra.

¿Cuál era la diferencia entre un te amo, a dos, o tres o cuatro? era una misma historia contada con el final de siempre un “yo también”, ella lo sabía, y nada cambiaba, salvo que el mundo cada vez se le volvía más dulce, meloso y pegajoso.

Consciente de su locura, buscó y buscó razones para callar, despegarse de toda esa miel que le invadía todos sus pensamientos, pero no, no la encontró, y de nada le sirvió imaginarse un mundo sutil, limpio de tanta habladuría, sobrio por si la intelectualada la sorprendía de repente. De nada le sirvió, no encontró razones para contener las palabras que rebosaban por sus ojos, sus manos, por su todo… no, no la encontró.

La cosa es sencilla, pensó una mañana al despertar, si lo repito nada cambia, igual él lo sabe, lo amo, si no lo repito nada cambia, igual él lo sabe, lo amo, ¿entonces para qué cambiar yo?... Hoy se me antoja un te amo para despertar, que tengas un buen día y te voy a pensar. Un te amo antes de cada comida para abrir el apetito y uno al finalizar para evitar la indigestión. Un te amo y un abrazo a mitad de la fría tarde para calentar. Y un te amo antes de dormir para los sueños endulzar, te mando tres besos, un consentimiento de cara, una cruzada de pierna, un beso más pero en la frente y tres por si acaso alguna pesadilla te viene a molestar, nos vemos mañana y para mañana te tengo mil te amos más!