11.15.2007

Con la garganta quebrantada. El sinsabor del domingo en la tarde, las nubes negras posadas sobre su ventana, con las miles de gotas que al caer cantaban a su soledad, y el frío agobiante que atacaba su mano derecha, fue el escenario donde dio por perdida una de las luchas más importantes que había emprendido en su vida. Su garganta atorada hacía que en sus ojos no se materializara ninguna de las gotas que entonaban cantos con su soledad, pero aún así ella sabia que cuando se siente ese nudo es porque todo adentro esta llorando. Y llorando, sin lágrimas, pero llorando, dio movimiento a su mano congelada, justo antes de dar el ultimo suspiro de frío, y con letra chueca escribió lo que después sería trascrito en el muro que ahora compaña a la tumba de su tristeza.

“Hasta en el desamor siempre es bueno confesar”

11.14.2007

- No me pidan que me calle, tengo rabia!- y en un ataque de ira tiró sus libros a la caneca!. Ella dio cuenta que la academia se había convertido en tan sólo un asunto de apariencia, amiga fiel y perfecta cómplice de la mediocridad. -No me pidan que me calle, tengo mucha rabia!!!- repitió… y en ese instante de amargura y desesperación escupió una serie de argumentos que nunca fueron escuchados, claro, siempre fue más importante una sonrisa grande, una buena oratoria, y por supuesto, la imagen impecable. -No me pidan que me calme, ¿qué no entienden que tengo rabia?-... gritó a sus colegas, que tal como marionetas clamaron pos su paciencia, ignorancia y prudencia.

Cansada, agotada y con unas ojeras que hacían ver su cara verde, se sentó en una esquina, y con la ilusión de tener un cigarrillo en su mano que la calmara, logró llorar, largo y tendido en el transcurso de un minuto, que para ella significaba una hora.
En su vida muchos sentidos se habían perdido, muchas de sus cualidades se veían seriamente deterioradas, y sus ganas venían siendo constantemente frenadas. Ya no se encontraba una razón, una motivación, el mundo que se hacía cada vez mas claro le parecía aún más complejo. Para ella lo más aterrador de todo era tener la certeza que no había nadie que la levantara, la animara, la entendiera, o por lo menos supiera escucharla. En ese momento le atormentó idea de una carrera perdida, no por la falta de argumentos propuestos, sino por esa actitud irrelevante que acompañaba a las personas que con ella compartían el recinto. Se atemorizó al imaginar un futuro donde ella fuera como los demás, y no encontrara nunca la sensación de seguridad a la hora de concluir sus ideas. Se entristeció al ver que en realidad siempre había estado sola en la lucha contra la mediocridad, la lucha que implicaba la evolución que ella tanto anhelaba. Sintió asco al ver que en el mundo la apariencia era más importantes que los pensamientos, y que por alguna extraña razón los actos raramente correspondían a los pensamientos. Sintió vergüenza de su entorno, de la falta de consecuencia, de la falta de coherencia, de la falta de cojones, del poco peso… de su entorno completo!

Pasado aquel minuto de lágrimas, se levantó, y tratando de mantener el equilibrio y la frente en alto se vio obligada a inclinar su cuerpo, toser, y dejar salir todo aquello que del entorno había venido adquiriendo. Era evidente que en muchas ocasiones ella había sido victima de la peor indigestión que un estudiante puede tener, parecerse al resto!

Después de esto, pudo mantener sus dos pies en la tierra, y así mantener en alto su cabeza. Con rabia pero tranquila emprendió el viaje que la llevó de vuelta a su casa. En el momento de poner su cabeza en la almohada sonrió al darse cuenta que los libros no estaban en la caneca, estaban todos procesados en su actitud y firmeza.
NDV

11.11.2007

Morí, un día extraño que regaló un brillo especial a nuestros ojos cuando nos miramos. Morí, el día en que con ese brillo me guardaste en el pensamiento para recrearme a cada instante. Yo morí, el día en que tus expectativas se hicieron evidentes ante mí, quedando esclavizada a mi afán por entender tus señales. Morí, el día en que ese pequeño brillo se transformó, y me tomaste en tus manos, me abrazaste la espalda, acariciaste mi cara y besaste mis labios. Morí, el día que sentí como mis pulsiones se aceleraban cada vez que te acercabas, cada vez que me mirabas, cada vez que me tocabas. Yo me di cuenta que morí el día en que no logré articular mis palabras quedando los sentimientos atascados en mi garganta. Morí, en el silencio perpetuo que acabó con las ganas, imposibilitó nuestros sueños, pero no oscureció el brillo de nuestras miradas. Morí, el día en que decidimos pasar a la siguiente página. Morí, en le silencio compartido, en el impulso frenado, en el recuerdo latente, en la nostalgia traviesa, en mis presentimientos inspirados. Creo que la última vez que morí fue el día que volviste con el brillo aquel, y yo cerré mis ojos que cansados de gritar sucumbieron ante el miedo de tener que morir una vez más. Realmente morí, el día que caí en cuenta que por la insistencia del brillo aquel aún me quedaban fuerzas para morir.

NDV

11.05.2007

INDUCTIVO

De lo particular a lo general, no hay otra manera en la que te pueda recordar. Para que lo entiendas mejor, déjame explicarte de una vez por todas en que consiste este método aplicado a nuestra situación.

Te hiciste particular, en medio de los muchos que transitan en mi cotidianidad, y librándome de cualquier tipo de rutina creaste una única forma para que nos pudiéramos relacionar. Y fue tan particular, que las angustias no me atraparon, que los miedos me abandonaron, y la timidez no se hizo piedra en mi zapato. Y fue tan particular que no necesitamos de fechas para empezar a atarnos, ni horarios para quedar esclavizados, solo en la singular espontaneidad nos la jugamos.

Y aun siendo todo tan particular, lamento informarte que en mi memoria solo harás parte de manera general. Yo no se si lo puedas entender, pero es que la diferencia es grande entre tu, tan particular, y un amor que se consolida también en lo general, pues este ultimo llega a ocupar todo espacio que mi conciencia e inconciencia puedan abarcar quedando en mi memoria como una astilla muy particular con la que siempre me vuelvo a topar... pero tu, tan particular, no ocupas espacio suficiente ni dejas marca en especial, es por eso que solo puedo recordarte cuando evoque un mundo pasado, muy en lo general!