2.25.2010

LIBRO VIAJERO

Libro, eso te pasa por haber estado viajando de corazón en corazón. Mira no más cómo te han dejado, con páginas arrugadas, frases resaltadas, con lápiz, con resaltador, que vulgaridad libro, mira como te han dejado. Yo sé, no es culpa tuya, qué grosería, te han dañado y ni siquiera te han terminado de leer, nadie ha llegado hasta la última página, ninguna ninguna ha llegado hasta allá a pesar de las noches que descansaste en sus mesas de noche, incondicional, prometiéndoles el mejor final…eso te pasó por haber estado viajando por donde no debiste haber viajado.

Ay librito ahora soy yo la que debe soportar esas frases resaltadas que llaman mi atención en cosa que no quiero, habiendo tantos versos lindos en ti… Libro, ya has viajado mucho, ya has conocido tanto, no busques más porque ya me has encontrado… Las páginas resaltadas, arrugadas y rasgadas las leeré con respeto, pero quiero que sepas que llegaré más allá, a donde nadie antes ha llegado, hasta el final, pasaré por los capítulos que nadie ha visto, por tus cosas que aun no conoces, Libro llegaré al final, quedan tantas hojas limpias, quedan tantas hojas en blanco que debes escribir… yo no te dejaré dormir en mi mesa de noche, te leeré, seré tu lectora incondicional, no te cambiaré por cualquier revista de farándula o ladrillo académico suelto por ahí… y cuando llegue al final no tendrás que volver a viajar, seremos dos con una misma historia…historia de amor.

2.12.2010

EL VERGEL.

Estábamos ahí sentados cuando empezamos a ver el movimiento del lugar, el trapiche estaba lleno de trabajadores, los hombres al fondo hacían el trabajo pesado, cerca a nosotros las mujeres encargadas de empacar los cubos de panela. Parecía que todo estaba muy en orden, la ropa de quienes estaban allí ya estaba sucia por el trajín, todas las frentes sudorosas y allí se desprendía un olor que para la época debió ser natural por la falta de implementos de aseo. Nosotros estábamos ahí sentados escuchando todo lo que alrededor sucedía, los señores del fondo para poder coordinarse gritaban “unos dos tres, páselo” “uno dos tres, ya” “uno dos tres, empuje” “uno dos tres …”, a nuestro lado las mujeres hablaban de todo, de los niños, la hija de 15 que ya había conseguido marido, la cuarentena de la que acababa de ser madre, del marido, la suegra, los jefes, el baile, las mujeres como en muchos otros tiempos se dejaban llevar por el chismerío.

El lugar era plenamente inspirador, el techo alto era el reflejo del esfuerzo que hombres rústicos pero fuertes tuvieron, las columnas anchas, los corredores de viento, el tono de la luz, no sentirse plenamente inspirado era simplemente imposible. Nos detuvimos por un instante allí a observar, a respirar, a vivir en y para otro tiempo… Volteamos nuestra mirada a una ventana que daba hacia el trapiche, allí estaba él quien nos miró fijamente a los ojos…nos miramos el uno al otro para confirmar aquella mirada que posaba insistentemente sobre nosotros, cuando confirmamos que efectivamente era él volteamos lentamente nuestros ojos a los suyos, con una mirada nos sentenció, desde la ventana todo terminó, todo se apagó, ante nuestros ojos quedó tan solo la imagen de un trapiche viejo y abandonado, ante nuestra alma quedó la imagen de ese señor que se quiso desvanecer para darnos campo a nosotros para crecer.